*Me encuentro inútil e impotente al más puro estilo del “desenfocado” de Harry Block en “Desmontando a Harry” y no es que no suela verme con claridad al mirarme al espejo, es que no me veo en nadie, pero el agua parece que lo refresca todo. Haced una foto a mis ojos ahora, en mi casa, en el espejo del baño, con la luz del pasillo encendida y la mochila tirada con desgana en la escalera. Hacedla, mis ojos son tristes y algo negros, con agua o lágrimas o algún líquido transparente resbalando por ellos. Coged la foto y atrasad el reloj siete horas, ahora. Si miráis la foto, probablemente sean los mismos ojos tristes y negros pero con una diferencia esencial: la persona que había detrás de la cámara cuando estabais haciendo la foto está a kilómetros de allí, no tiene los ojos tristes ni tiene la menor idea de lo que le va a suceder. El reloj marca las 8:30 AM, estoy en el instituto y entre toda la masa atascada en el pasillo aparecerá la profesora de matemáticas para darnos una charla numérica. Pero no apareció, ni la charla ni ella, y el conserje nos abrió el aula para que tomásemos asiento hasta que viniera algún profesor de guardia, bueno… eso de que tomásemos asiento debería modificarlo por “para que destrozaran los asientos”. Durante lo que os estoy contando (reflejada en el agua de mi lavabo deseando quedarme en un eterno 8:30), muchos compañeros y compañeras mías se vieron envueltos como sin quererlo en un partido de futbol pero… sin pelota, averiguad el elemento sustituto (algunos usaban las sillas hasta para hacer carreras montando encima a otros compañeros bajo risas inconmensurables). Hasta ahí todo bien, perfecto, hasta yo disfrutaba del hecho de ver a la gente en su salsa. Me encantaba no encontrar al fin caras hastiadas detrás de las jaulas de palabras docentes, caras a las que costaba diferenciar del papel en el que escribían constantemente. Sin embargo, a mi amigo, alias “el hombre de neandertal”, alias “el mala suerte o bala perdida”, lo tiraron a posta y con saña partiendo la silla y estampando su cuerpo contra el cristal rompiéndolo. Él me dijo que no lo contase, con miedo y cara pálida, entre las risas de los demás (algún que otro aprovechó el clímax para soltar un “mariquita”) pero el profesor ya estaba detrás de él y lo llevó casi a empujones, entre injurias de todo tipo. Yo, en ese momento, hice el ademán de salir corriendo detrás de ellos para contar la verdadera historia, la que mis ojos ya tristes vieron, pero Juanjo, el chaval que propició tal altercado se me abalanzó esculpiendo sus amenazas con un final que ni me sorprendió -“me importa una mierda que seas una tía, si dices algo te las verás conmigo” (no me pareció cosa extraña porque había visto pegar en varias ocasiones a su ex por la calle). Callé, bajé la mirada y esperé a que se estableciera la normalidad una vez presente el profesor de guardia. Miré por la ventana, quizá mi amigo tendría ahora los ojos tristes y estuviera intentando defenderse con lo que podía, y de eso no podéis hacer fotos porque estáis conmigo aquí, en mi baño y no allí, y si digo algo me van a pegar y me siento inútil, impotente, triste, no puedo dejar de pensar en él porque en el fondo es mi amigo. Al final lo voy a querer y todo al jodido.
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Hace 4 años
¡¡Qué lastima!!
ResponderEliminarMe da tanta pena leer estas entradas...porque como sé que no es algo escrito y punto, algo inventado.. seguramente en alguna parte,instituo, colegio o clase del mundo puede haber pasado hoy...
También he leido la entrada anterior de Susan...
¿No hay ningún "problema alegre" en la vida de Susan?